14 agosto 2006

Bonus track (contratapa)

Este libro se empezó a escribir en los rincones de las reuniones familiares, mirando divertirse a los otros niños, hablando con personas inexistentes, en las siestas, observando el paisaje pasar velozmente por la ventanilla.
Se escribió en el baño, en los descuidos de mis padres, detrás de la puerta. En los bancos del fondo, con la vista fija en la nuca de otro y en el paso del tiempo. Se escribió bajo las sábanas de mi cama, con poquísima luz. En los culos y las tetas de las minas dibujadas en mi mente. En la penitencia.
En los defectos. Bajo el agua. Detrás de la careta. Lo escribí en las miles de fichas jugadas a perdedor. A la sombra. Segundo a segundo.
Leyendo. En las caras vivas de los muertos. En las ratas. En los actos patrios, en las salas de espera y en las revisaciones médicas. Tirando la basura. Cepillándome los dientes, haciéndome el nudo de la puta corbata.
Mirando la tele. Fuera de hora. En servilletas, cartas y declaraciones siempre rechazadas. En el lado de atrás, más allá del margen.
Reclamando mis derechos. En reuniones larguísimas, perdiendo el tiempo.
Lijando paredes, limpiando bujías, haciendo trámites y sánguches. Vendiendo. Escribí esperando, caminando. Escribí escribiendo otras cosas, tareas, machetes, balances, resúmenes, solicitudes. Mirando mi número, aguardando la hora.
Pensando mentiras. Inventando excusas. Prometiendo. Manejando. Después de un despido. Después.
En ratos abducidos de tareas importantes. En todas las llegadas tarde a todos los trabajos.
Lo escribí entre dosis. Aguardando la mañana. Resacoso. Aguantando las ganas. Planeando delirios.
Es un libro robado a la nada.

Editorial

La trampa del zorro
Osvaldo Rodriguez

diseño gráfico [Eugenia Herrero]
ilustración de tapa [Ricardo Idoyaga]
intervención de tapa [Martín Loza]

producción editorial
[Selva Almada]
[Osvaldo Rodriguez]

Carne Argentina 2003

13 agosto 2006

Desechos

¿Que hago? ¿Lo hago o no lo hago? No vaya a ser que si lo hago salga todo mal. A ver si en una de esas no lo puedo volver a hacer. A ver, pensemos. ¿Si lo hago que puede pasar? ¿Puede que no pase nada? Mmhh… no creo, algo tiene que pasar. El tema, es que pase lo que tiene que pasar. No sé, hace tanto que no lo hago. No, no voy a poder hacerlo. Pero si no lo hago, después voy a pensar: "Sos un tarado, si lo hubieras hecho…" ¿Qué me pasó? Hubo un tiempo en el que podía hacerlo casi sin darme cuenta. No digo que era el mejor haciéndolo, pero decían que lo hacía bien, y a mí me gustaba hacerlo. Incluso hubo una época que lo hacía una y otra vez, lo hacía sin parar, frenéticamente. Quizá fue por eso que en algún momento no lo quise hacer más. Pero no podría estar sin hacerlo nunca más. Y ahora, siento que algo profundo y primitivo me obliga a hacerlo, me dice: - ¡Hacelo, hacelo! Hacelo y ya, total, que te importa lo que pase. Lo que tenga que pasar, va a pasar igual. ¿Qué pensas? ¿Que sos el centro del universo, y que todo depende de lo que vos hagas? Si, está bien, es verdad. Pero... ¿Y si lo hago mal? ¿Y si lo hago en el momento equivocado? ¿En una de esas ya pasó, y lo tendría que haber hecho antes? Tengo miedo de hacerlo. Quisiera que estuviera papá ahora para decirme que hacer. Y cuando pienso en papá… , me parece escucharlo: - No lo hagas…, cuidate, es peligroso, no lo hagas. No te olvides que hombre precavido vale por dos -, siempre me decía lo mismo. Y es cierto, hombre precavido vale por dos. Hombre precavido vale por dos. Que sé yo. No quiero que nadie me reproche lo que hago. Como mamá, que me corría a los gritos: - ¿¡Qué hiciste hijo de puta!? ¿¡Qué hiciste¡? Te voy a fajar hasta que se te vayan las ganas de hacerlo. Hacerme esto a mí… Y bueno, pero al final uno está solo y tiene que hacer lo que tiene que hacer. Si no lo hace uno no lo hace nadie. Así que… lo voy a hacer. Pero hoy no, mañana. Mañana es lo primero que hago.
(Voz: Pamela Rementeria, Musica & Edición: Ian Cyborg)

12 agosto 2006

Situación (La barrita azul)

La barrita azul comienza a crecer. Lentamente el color índigo neto y opaco crece en pequeñas partículas desde el fondo blanco. Un ejército multitudinario de partículas azules invade toda la zona de la otrora barrita blanca como ínfimos topitos subterráneos que salieran en masa a la superficie. Una vez en dominio del territorio se dedican a exterminar a los escasos puntitos blancos sobrevivientes, reemplazándolos por partículas azules. En este proceso de golpe de mano violento, masivo y brutal, las partículas azules no muestran ningún remordimiento ni por la blanca pureza del terreno invadido ni por Marina tampoco. Tras la victoria total de las partículas azules y la matanza desalmada de los puntitos blancos, una gran mancha roja como de sangre y muerte se extiende hacia uno de los extremos de la barrita ahora azul delimitando una franja del color del fuego que no puede indicar sino peligro. Luego quietud. Fin de la batalla. Marina ha sido vencida, una brisa leve se filtra debajo de la puerta del baño revolviendo los vapores calurosos y amargos del orín. Ese es el olor de la derrota. Marina observa la barrita azul y la franja roja lindante en total estado de capitulación estupefacta. La prueba instantánea indica una verdad irrebatible: Marina está embarazada.

Quizá si hubiera sabido no habría tomado las mismas decisiones que, aunque dolorosas en su momento, asomaban inevitablemente convenientes. Si hubiera conocido el futuro habría accionado de otra manera.
Esas decisiones habían sepultado en el pasado hechos y personas y una mezcla indefinible de acontecimientos felices y desagradables. Seguramente había una tal persona que ahora ya no existe en realidad y probablemente también había situaciones compartidas y momentos de placer y llantos prolongados y vaya a saber que cosas. Y ahora todas esas cosas que había sido mejor olvidar, borrar del tiempo y de la memoria por motivos que Marina tampoco recordaba porque también tenían que irse, desaparecer con todo lo otro, se conjuraban anónimamente y en las sombras de la inexistencia para recontrajoderlelavida.
Como esas lombrices y culebras a las que se les corta por la mitad y sin embargo la parte del cuerpo que está con la cabeza sigue viviendo y coleteando; las causas, los motivos, habían muerto, no existían ya, y en cambio sí gozaban de muy buena salud sus consecuencias.
Ahora que esa supuesta otra persona, ya olvidada, con los ojos de un color incierto y la voz más áspera que quien sabe que cosa, que esa tarde o noche o mañana de placer o de suave amor o de frenesí, que ni flores ni insultos habían existido jamás, había que encontrar una razón para este embarazo tan real.

"A ver, veamos. La manera más simple y directa de quedar embarazada es cogiendo", pensó Marina.
"No tendría que serme muy complicado. Todavía estoy bastante buena y mis tetas están bien paraditas, incluso las siento un poco hinchadas, debe ser por la preñez. Creo que dándole un poco de calce, cualquier tipo normal que no sufra de constantes dolores de cabeza se querría encamar conmigo."
Marina salió a las callecitas de Buenos Aires que tienen ese que se yo y enseguida se dio cuenta que tantos años de instrucción cívica y danza moderna no la habían preparado para levantarse así como así un desconocido en la calle. La idea de zarandear un poco más el culo le parecía más propia de putas o caleciteros.
Se sentó en un bar y se puso a hacer una lista de los hombres apetitosos que conocía. Justo cuando se hacía más nítida la imagen de ella vestida como una diosa griega rodeada de hombres desnudos sobre un colchón de uvas (¿cómo puede haber un colchón de uvas? Minucias, una diosa puede hacer lo que quiera), entonces se aparece este pibe, Raúl, amigo de la hermana.
A Marina siempre le había parecido medio pelotudito. Era grandote y a pesar de eso al menos para ella pasaba totalmente desapercibido. Una de esas personas que se confunden y se funden con el telón de fondo de la vida, en su intrascendencia se mimetizan con la radiación de fondo del espacio.
El olor de las hormonas segregadas en exceso y la mirada de Raúl depositada intermitentemente en las piernas descubiertas de Marina con pésimo disimulo, competían entre si como delatores del deseo. Ante tal despliegue de evidencias a Marina le costó poco llevar al grandote a una situación netamente sexual con un eficiente intercambio de fluidos. Una mujer decidida es arrolladora como un volcán.
Ahora todo estaba más en su sitio. Había un embarazo y había una cogida como Dios manda.

- Ahora quiero gozar... - le dijo ni bien descargada la lechita, al pobre Raúl que ya soñaba con desplegarse exhausto y satisfecho en la cama.
Pero todo tiene que tener un motivo, una razón, todo tiene que encajar en su lugar, sino, las cosas están sueltas, libradas a la libertad del recuerdo y la imaginación. Marina necesitaba que hubiera amor para que hubiera sexo, sino, el sexo le parecía un poco sucio y uno no se saca de encima dos mil años de cultura cristiana con una simple ducha. Igual había estado bastante bueno. Mirá vos el grandote.
- Quiero quererte- le dijo, y ya sentía que lo quería un poco. Buscó en ese breve rato de lujuria pequeñas cosas, gestos amables y tiernos del grandote y los hizo crecer lo más que pudo. Si le había alcanzado una toalla entonces Raúl era una persona muy gentil, amoroso. Si le había acariciado la frente después de coger, era un tierno. Si había pagado los cafés, era generoso, desprendido. Y como no amar a este Raúl amable, gentil, amoroso, tierno, generoso, desprendido, tan querible. "Por todo eso es que lo quiero", pensó Marina.

Lo despidió en la puerta de su casa como se despide una mujer enamorada. Con un beso largo y húmedo pero un poco infantil. Raúl era una especie de clonación entre grandote, consolador y juguete.

Pero se quedó pensando. Una vez que cerró la puerta tras ella se sintió de nuevo un poco insegura. Claro, lógicamente, si apenas se conocían. Esos datos queribles alcanzaban para un amor de media cuadra.
Si para embarazarse había que tener sexo y para tener sexo había que enamorarse primero, antes había que conocerse.
Así que Marina se pasó la tarde averiguando todo lo posible de Raúl. Habló con su hermana y le sacó toda la información que pudo. Fechas, gustos por tal o cual comida, aficiones, hobbies, breve historia escolar, sueños informales, algunos nombres cercanos, esas cosas. Después hizo falta ahondar en la investigación y hubo que conseguir otros contactos, otras fuentes más fiables. Teléfonos. Llegó a hablar con la mamá de Raúl, una mujer adorable pero un poco vieja.
- Soy la novia de Raúl- se presentó Marina.
- Que gusto querida, que gusto conocerte.
A las diez de la noche había llenado dos cuadernos espiral con información de Raúl. Ahora podía decir que lo conocía en serio.
¿Pero se conocía a ella misma? ¿Quién era ella realmente? ¿Quién era verdaderamente Marina G.?
"Para conocer a otro hay que conocerse primero a una misma, que es lo más difícil, dicen".

Para que toda la situación tuviera sentido tenía que conocerse a si misma. Era imperioso un asesoramiento profesional, un analista urgente. Ayuda terapéutica, apoyo psicológico, contención emocional, un espacio para mí, un lugar donde hablar de mis cosas, doscientos pesos, alguien que me entienda, 50 minutos de mi misma a la semana.

- Hola Doctor, soy Marina G.

¿Pero de que le iba a hablar? Si uno va al psicólogo es a enfrentarse con sus propios problemas y sus conflictos vivenciales. Pero Marina no sentía tener un conflicto preciso. En realidad todo estaba bastante bien, estaba embarazada por el hombre al que amaba y conocía. Lo único que precisaba en verdad era un conflicto, una motivación para la angustia, una dosis de confusión argumental. Un conflicto parental, por ejemplo. Justamente.

- Mamá. ¿Estas por ahí? Si estás por ahí atendeme. Mamá. ¿Estas ahí? Bueno, capaz que saliste. Bueno. Mañana a la mañana me pego una vuelta por que quiero que hablemos de algunas cosas. Vos no te das cuenta pero hay actitudes tuyas que a mí me hacen mal. Que me complican la vida. ¿Entendés? No es que quiera revolver mierda, pero quiero que hablemos. Yo necesito aclararlas para que no me jodan. Bueno, llamame, sino mañana nos vemos. Ah... estoy embarazada. De Raúl, no lo conoces, nos queremos y nos vamos a casar. Ah... y el jueves suspendé lo de la peluquería por que tengo que ver a mi psiquiatra. Ya sé que a vos no te gusta la psicología pero no te metas por que son cosas mías y yo con mi vida hago lo que quiero.

- Bueno. Me voy a dormir.

Después que colgó sintió un poco de remordimiento, que es diferente del arrepentimiento porque uno lo volvería a hacer. Claro, se sentía mal porque el conflicto, esa dificultad histórica de relación con su madre ya estaba lograda, pero el problema era que no estaban claros los motivos concretos. Y la ausencia de motivaciones la hacia sentir muy mal a Marina. "Al fin y al cabo yo a Mamá la quiero". Todo sería cuestión de buscar en el tiempo una situación donde se afincaran las razones del problema. Un estado de relación con su madre aparentemente plácido y confortable donde se estuvieran gestando estos traumas que supimos conseguir.
"Por ejemplo en la infancia- pensó Marina -, en esa época en que Mamá me mimaba mucho y estabamos todo el tiempo juntas. Yo en realidad no me acuerdo pero debe haber sido más o menos así. Y Mamá me decía que nunca me iba a pasar nada.
- Yo siempre voy a estar ahí para cuidarte. Siempre.- Claro que después eso no pasó. Y entonces por eso es que tengo esta desilusión histórica con el mundo.
Ahora sí, ahora estoy más tranquila porque siento que todo encaja, todas las situaciones coinciden. Y eso es bueno porque la verdad, yo, hace mucho que quiero estar embarazada, lo que pasa es que no se daba la situación. Pero ahora sí. Ahora me puedo dormir tranquila. Mañana lo primero que hago es llamarlo a Raúl para que compremos un evatest por que me parece que estoy embarazada.

11 agosto 2006

Pipo Santoni, el bueno

Pipo Santoni, además de actor, era un hombre bueno. Cualquier hombre bueno no. Por que ustedes pueden preguntarse que importancia puede tener solo un hombre bueno. Estoy con ustedes. En este mundo donde la gente es mala, malísima, un hombre bueno más, o uno menos, seguramente que no hacen la diferencia. Pero Pipo Santoni no. Pipo Santoni era el hombre más bueno que conocí en mi vida. Y conocí muchos hombres, muchos. Más hombres que mujeres por cosas de trabajo y porque bueno, uno es hombre y se da más con los hombres. ¿No? Algo natural, nada raro. Y bueno, la verdad que la mayoría no eran buenos. Pero al menos una parte sí. Una parte pequeña, aunque de un total grande, eran buenos. Algunos más buenos y otros menos buenos. Pero todos los que eran buenos eran buenos.
Ahora: Santoni... Santoni era otra cosa. Era tan bueno que el adjetivo de bueno, en un punto le empezaba a quedar como chico. En algún momento yo llegue a pensar: si diciendo que es bueno me quedo corto es porque en realidad Santoni debe ser otra cosa. Es decir que Santoni no era bueno sino "otra cosa", algo mayor y por ende distinto a bueno. Tanto como se puede decir que un elefante es más que una vaca y por ende es una vaca pero más vacuna. Lo que pasa, es que no es así. Un elefante es más que una vaca, justamente porque es un elefante, y el adjetivo de vacuno no solo le queda chico sino que no le va para nada. O sea que el ejemplo del elefante y la vaca no era el mejor.
Además, éste no era el caso de Santoni. Santoni parecía salirse de los límites de lo bueno al punto de dejar de serlo. Ojo, que el tema yo lo estudie bien, como no estudie nunca nada en mi vida, y no tiemblo en decir, que en verdad Santoni redefine la idea de bondad, tanto como Galileo redifinió el concepto de Universo trasponiendo los límites de su conocimiento astronómico.
Santoni, Pipo Santoni me hizo ver que la bondad, o mejor decir "la excelencia" en el ejercicio de la bondad, no se parecía ya a esa imagen difusa que hasta entonces yo tenia y que había construido con pedacitos de la bondad de personas medianamente o parcialmente buenas. Ahora, para mí, la bondad era algo nuevo, la bondad era Pipo Santoni propiamente dicho.
Una vez que logré comprenderlo, lo de que Pipo Santoni era la representación misma de la bondad, noté que esto no era visto por toda la gente, gente mala, gente buena, gente en general. Esta magnitud en el carácter benévolo de Santoni me estaba reservada. A mí y quizá a unos cuantos, y para mí desconocidos, aislados ciudadanos. Demás está decir que no es que toda esa gente no conociera a Santoni. En ese caso hubiese sido más comprensible. ¿No? Si no se conoce a la persona no se puede ver su virtud. Pero es obvio que no es el caso. Santoni, como todos saben es un actor famoso. Se me dirá que aun así es probable que alguien no lo conociese lo suficiente como para notar su bondad. Puede ser. ¿Pero cuantos? ¿Eh? Un despreciable porcentaje. Despreciable en un sentido estético y también moral. ¿Qué se puede esperar de alguien que habiendo conocido a Pipo Santoni no haya notado su increíble benignidad, cuando ésta es deslumbrante a los ojos hasta en el más mínimo acto? Nada, no se puede esperar nada. Y pues entonces para mí esas personas tampoco son nada, así que no las considero. Olvidémoslas.
Para todos los demás, Santoni era un hombre bueno. Nadie tenía la más mínima duda de eso. Ninguna persona, ni siquiera los desvirtuadores que nunca faltan, se hubieran atrevido a poner en tela de juicio la bondad de un hombre como Pipo Santoni.

En mi época, además, Santoni ya se había convertido en un hombre público. Desde su debut protagónico a los veinte años en la recordada película "El sueño de Marcial", Santoni nos había cautivado a todos con su gesto angelical e inocente. En aquella recordada cinta, Santoni representaba el papel de un gracioso joven que llegaba a la ciudad desde el interior del país a construir su gran sueño: una verdulería.
Con ingenuidad y ternura, Santoni nos robó una lágrima a cada uno.
La vi veinte y seis veces, así que la recuerdo perfectamente. "El sueño de Marcial" comenzaba en una pieza en penumbras donde Santoni lloraba de rodillas tomado de la mano de su anciana madre muerta. Varias personas se acercaban a consolar al apesadumbrado Marcial, pues todos en el pueblo, Valle Chico, conocían a Santoni, a Marcial desde chiquito y ya sabían de su profunda bondad.
Marcial trabajaba en la estación de Valle Chico y aunque por allí el tren no pasaba muy seguido, todos los días tempranito ahí estaba él, firme y puntual barriendo la estación o arreglando una canilla o simplemente dando de comer a un perro vagabundo.
Y cuando pasa el tren - que no para, solo pasa- ahí vemos a Marcial bien empilchado en el uniforme ferroviario saludando con la bandera. Una gran sonrisa nos confiesa que en ese simple momento él es feliz. Con ese poquito para Marcial es suficiente. Un hombre bueno sabe contentarse con lo que le da la vida sin pretender más. No fuera que por tener más hubiese otro que pasara a tener menos. Además no hay que ser desagradecido. Es una cosa muy desagradable. Como por ejemplo me pasó el otro día con un amigo. Estabamos ahí, yo había ido a saludarlo y el tipo se pone a lamentarse de sus desgracias. ¿Por qué? ¿Qué necesidad? En vez de estar contento que lo voy a visitar, se queja, se queja. Que el cáncer esto, que el cáncer lo otro. Pero anda a cagar. No vengo nunca más, che... ¿Y yo que, eh? ¿Yo no existo? Eso es ser desagradecido y es muy feo.
Santoni, Marcial para éste caso, nunca fue así. ¿Ve? Ahí esta la diferencia. ¿Se da cuenta? Con Santoni a uno nunca le pasaría algo así. Que cáncer ni cáncer... Cuando uno es bueno bueno, viejo, no hay cáncer que valga.
En "El sueño de Marcial" ahora la también buenísima madre de Marcial, no puede esperarse menos de la progenitora de Santoni, ha partido para siempre. Entonces, a pesar de tener compañía durante el día en la estación - nunca falta alguien que lo visite o que comparta una mateada -, por las noches Marcial está solo y no tiene a nadie. Creo que todos hubiésemos querido estar ahí para consolar y acompañar al pobre Marcial.
Pero como no había nadie, seguramente por falta de presupuesto de los productores, Marcial decide que es momento de partir. ¿Y porque? He aquí la cuestión... ¿Por qué, un hombre bueno como Santoni decide un cambio en su vida...? ¿Por disconformidad? ¡Atrás, perros detractores! Nada de eso. Y mucho menos por pecados más familiares como la ambición o la curiosidad. Nada. ¡Juira perro! No señor. ¿Sabe porque Marcial se va de Valle Chico en "El sueño de Marcial"? Por bondad. Eso, por bondad. Veintisiete veces la vi. Por bondad. Por que Marcial, ya dije que estaba muy solo, se da cuenta que estando solo, es muy poca la gente que puede beneficiarse de su bondad. ¿De que sirve un hombre bueno en el desierto? Habrá beduinos. ¿Pero cuantos? ¿Cien, doscientos? Santoni tiene bondad para la humanidad entera. Entonces, Santoni en el desierto o, para el caso, Marcial en Valle Chico son como usar la Atómica para hacer un asado. Un desperdicio. Se tenia que ir el hombre. Está todo clarísimo. Pobre Santoni.
Ahí es cuando Marcial prepara el bolsito con unas pocas pertenencias. Al amanecer se va para la estación a esperar el tren que lo lleve a la ciudad. No va a despedirse de nadie. Quiere evitarle a otros la tristeza de su partida.
Desde el anden se vislumbra una tenue columna de humo lejana. Luego, la figura del tren, que parece de juguete, se dibuja en el paisaje del Valle. Marcial, bolso en mano, está expectante en la soledad de la estación. Ahí viene el tren. Ahí está. Ahí pasa el tren. Ahí pasa. Ahí va. Ahí se va. Ya pasó. Allá va el tren. Que lindo el tren. ¿No? Lástima que nunca para. Si hubiera parado se hubiera ido en tren, claro. Pero no para. ¿Para que estará la estación? Vaya a saber. De todos modos Marcial esta decidido a irse y se va a ir sea como sea. Caminando, si es preciso. Ahí se va Marcial, me parece estarlo viendo. Veintiocho veces la vi, veintiocho. Se va caminando. Pobre Marcial.
En el camino a la Capital, Marcial va conociendo gente. Gente que no lo conoce -a Marcial digo, porque a Santoni... eso ya lo aclaramos - pero que se nota que enseguida se dan cuenta lo bueno que es y lo van ayudando a llegar más rápido. Un poco en carro, otro poco en camión, y así. Marcial va llegando. Y a todos, él les cuenta de Valle Chico, de su querida viejecita - en esa parte siempre lloro, mire que ya la vi como veintinueve veces y sin embargo me sigo emocionando -, y los despide a los abrazos como si los conociera de siempre.
En un momento hay un tipo que lo levanta en el auto. Ahí, charla va charla viene, el tipo le pregunta que va a hacer a la Capital. Como en realidad Santoni no sabe que decirle, porque claro, no le va a decir: "voy a ser bueno". Entonces le dice, me lo acuerdo textual, las palabras exactas:
- Una ver... verdulería. Una verdulería voy a poner. Eh. ¿Qué le parece? Una vverdulería. ¿Está bien, no? Una verdulería.
Y entonces el tipo, le digo "el tipo" y no es que no me acuerde como se llamaba, por que la vi como treinta veces, lo que pasa es que no dicen como se llama, treinta veces la vi pero no dicen como se llama. ¿Qué cosa, no? Que no dicen. Una vez me pareció que lo iba a decir. Tenia cara como que lo iba a decir: - Me llamo... tal cosa - pero no. No, no dicen nada, así que yo le digo así, el tipo. ¿Está bien, no? Entonces el tipo le dice:
- ¿O sea que usted es verdulero?
- No señor. ¿Qué verdulero? Fefe... feferroviario soy. ¿Eh? Jefe de la estación Valle Chico. ¿Qué verdulero?
El otro creía que era verdulero, se nota que no la había visto nunca la película, no como yo que la vi como treinticinco veces.
- ¿Y entonces como va a hacer para poner una verdulería? ¿Tiene capital? - le dice el tipo.
- Si ¿C..cómo si tengo capital? Yo voy a la C..capital. ¿Para que voy a llevar c..capital si v..voy para la Capital? Que... que gracioso. ¡Tss! Justamente a la C..capital. No entiendo. ¿Q..qué me quiere decir? En realidad yo nunca estuve en la C..capital.
- Deje hombre, no se haga problema. Tome. Acá tiene mi tarjeta, - no se ve la tarjeta, una lástima porque ahí seguro que dice el nombre, pero no se ve, y sigue -, cuando se instale venga a verme. Se nota que usted es un hombre bueno -. Claro, el tipo se dio cuenta. ¿Cómo no se va a dar cuenta? - Vengasé. Quizá lo pueda ayudar.
Y ahí queda todo. Al final Marcial llega a la Capital. Al principio queda como deslumbrado con las luces y todo eso de la gran ciudad, pero enseguida se pone a buscar trabajo. Nada hay mejor para un hombre bueno como el trabajo. El trabajo siempre dignifica. Hasta el que limpia los inodoros del cotolengo no solo desbordados de la mierda de los retrasados sino también chorreados de vomito y de baba - es increíble como se les cae la baba a los retrasados -, hasta ese se tiene que sentir dignificado por el trabajo. El trabajo es bueno para el hombre bueno, valga la redundancia. Como Santoni, que trabajó toda la vida. Justamente. Ese es un buen ejemplo. ¿Ve? Y como siempre, no me extraña. Pipo Santoni trabajó toda la vida. ¿Sabe cuantas películas hizo Santoni? Ochenta y tres. ¿Eh? Hay que hacer ochenta y tres películas. Lo quiero ver. ¿Quién hace ochenta y tres películas? ¿Sabe lo que hay que trabajar? Aparte si me dice que hizo cualquier cosa bueno, pero no. No señor. Ochenta y tres películas sin perder el estilo. Eso es lo difícil. Porque hacer, quien dice, simular ser bueno, en una película lo hace cualquiera. ¿Pero en ochenta y tres? ¿Cómo hace? Eso solo lo puede hacer Santoni. ¿Y sabe porque? Ah... no sabe. Porque Pipo Santoni es el hombre más bueno que hay. ¿No se lo dije?
En "El sueño de Marcial" ya se nota. Y en las otras ochenta y tres es igual. ¿Usted se cree que en algún momento Santoni pierde la compostura? Ni un poco. Mire que yo me las vi todas. La primera, "El sueño de Marcial", la vi como cuarenta veces, cuarenta pongalé. Y las otras las vi también varias veces. Mire, le canto: "La desgraciada", "El sobrino de mi tía", "La casa grande", "El inocente", "Donde las hadas plantan zapallitos". ¿Qué éxito, eh? Seis meses en cartelera estuvo. Y hay un montón, "Safrechito, el mandadero", todas me acuerdo. Ochenta y tres son.
Pipo Santoni hizo de todo, cinematográficamente hablando digo, hizo de médico, de maestro, de empleado, que sé yo, de todo. Pero eso sí, siempre siendo bueno y elevando la condición de cada profesión. Con Santoni, el maestro era más bueno, personificado por Pipo Santoni todos éramos más buenos. Así que de algún modo Pipo Santoni nos hizo más buenos a todos.
Lo importante es que nunca una maldad. Y no solo eso, desde la primera a la última: BONDAD "con mayúsculas". Nada de medias tintas. Que un pecadillo, que una tentación, que un desinterés por el bienestar social, que un despropósito, nada señor. Una trayectoria intachable. Es evidente que nadie que no sea tan perfectamente bueno puede hacer de bueno tanto tiempo y tan bien. De ahí el éxito de Santoni. Pipo Santoni no hace de bueno. Pipo Santoni es bueno.
Pero... lo lamentable, lo realmente triste, es que, como ya le dije antes, para la gente él es bueno. Sí. ¿Pero que pasa? Es nada más que eso. Uno más. Como si fuera cualquier otro que es un poco o bastante bueno y chau. Y no es así. Igualito que a Marcial. La gente como que lo deja de lado, a Marcial digo. A Santoni no lo dejan de lado sino que bueno, ya le expliqué. Ahí en la Capital la gente todavía no lo conoce a Marcial, no es como en Valle Chico. Pobre Santoni. Si hasta le roban el bolso. ¿A usted le parece? Hacerle algo así a un hombre como Santoni. ¡Que barbaridad! Como es la gente. ¿Eh? Si lo llego a agarrar al guacho ese lo despellejo. Pero no lo muestran, claro. Si lo llegan a mostrar... No dura ni un día, ese. Por eso no lo muestran.
Y Santoni, con lo bueno que es no se da manija ni nada. Porque yo que soy bueno, pero ni comparación con Santoni, claro, me hubiera dado una manija... me hubiera pasado una semana buscando al que me robó el bolso y otra semana cagándolo a trompadas. ¡Que bueno que es Santoni...!
Y de toda la gente que hay en la Capital, apenas uno que otro se solidariza con el pobre Marcial. Eso es lo que me revienta: la indiferencia. Como puede ser que el mundo tenga delante de sus narices a un hombre de esta altitud moral y no se conmueva hasta las lágrimas. Yo sueño con el día que eso cambie y las multitudes se reúnan a admirarlo e intentar contagiarse aunque sea un poco de su alma luminosa. Si fuera por mí habría que darle el premio Nobel de la Paz de aquí a la eternidad. Además de la Cruz de Hierro y de la Orden de Francia y la llave de la ciudad de Nueva York y el carnet vitalicio del Deportivo, todo. Porque todo es poco para un hombre como Santoni.
El final de "El sueño de Marcial" ya lo sabe. Marcial es engañado varias veces por gente con la cual él sin embargo es piadoso, y unos pocos llegan a quererlo porque han comprendido, han sido tocados por LA VERDAD, han visto la luz en los ojos de Santoni. Pobre Santoni.
Así que después de algunas complicaciones y vericuetos argumentales Marcial comprende que está sembrando en terreno infértil. ¿Cómo se lo significo? Es como plantar una caléndula hawaiana, que es una flor extremadamente delicada y de un olor excelso, que se alimenta del sol de la mañana y de la humedad del rocío, en medio de un campo de batalla. ¿Se entiende? Porque sino tengo otra. Es como ser pastor, de ovejas digo, pero en medio del Océano Pancreático, que no tiene ningún sentido. Una o dos ovejas pueden ser buenas nadadoras pero no, no está ni cerca del ideal.
O sea que Marcial se vuelve a Valle Chico. Ahí, en Valle Chico, su pueblo de toda la vida, está la gente que lo conoce, lo valora y lo quiere. Aunque sea poca gente, al final la pobre gente debe extrañar la bondad de Marcial, porque una persona así se siente cuando no está. Como siempre. ¿Vio? La gente se da cuenta de las cosas cuando ya no están. Se extraña la novia que ya no está y que antes no le dábamos pelota. ¿Quién hay que no llore al pariente muerto? Pero porque no se acuerdan antes. ¿Eh? Con la salud lo mismo y con la plata ni le cuento. Todos son primero ciegos y después nostálgicos. Cuando ya es tarde. Bueno, peor es nada. A la larga LA VERDAD llega.
Cuando Santoni ya no esté, ahí se van a dar cuenta. Ahí van a dejar de mirar para otro lado. Pero no se puede morir de viejo, así no. No, tiene que ser algo así bien shockeante. Algo contundente. Habría que preparar algo fuerte. Un asesinato por ejemplo. ¿Si un día aparece muerto acuchillado en un ojo? ¡¡Eh!! Que noticia. Ya veo los titulares: "HORRENDO CRIMEN", "PIPO SANTONI ASESINADO", "HA MUERTO LA BONDAD", "DUELO MUNDIAL POR LA MUERTE DE SANTONI", "NOS DEJO SANTONI", "IRREPARABLE PERDIDA PARA LA HUMANIDAD", "EL MUNDO ESPERA LA RESURRECCION DE PIPO SANTONI". Habría graffittis por todas partes: "SANTONI VIVE" o "SANTONI VENCERA", "SANTONISMO O MUERTE", "SANTONI, SIN VOS NO SOMOS NADA". Entre todos trataríamos de ser más buenos, sin lograr jamás serlo al nivel de Santoni claro, pero seriamos más buenos. Subiría el nivel de bondad en el mundo y además seriamos más conscientes de nuestra propia maldad y temerosos de ejercerla, pues sabríamos que desde el cielo está Santoni mirándonos a todos. Y nos moriríamos de vergüenza de ser tan pequeñamente buenos al lado de SU BONDAD, Pipo Santoni.
Claro que... ¿Quién va a querer matar a Santoni? Ni siquiera él más malo. ¿Cómo matar a tan entrañable ser? Mire, me emociono. Como cuando me acuerdo del final de "El sueño de Marcial", la vi como cincuenta veces "El sueño de Marcial". ¡Que final! Cuando llega Marcial al pueblo y lo reciben los chicos y él levanta a uno y le dice:
- ¡Pero como creciste vos, che!
Y ahí aparecen todos los demás y lo reciben con todo porque creían que se había muerto, como se había ido sin avisar. Y lo levantan en andas y lo pasean por todo Valle Chico hasta su casa de siempre que está intacta como la dejó. Incluso le arriman un mate y unas cosas y regalos. ¡Que sé yo! Una fiesta. Entonces Marcial pregunta por la estación, claro, por su estación. Y todos medio que se sonríen entre ellos. Y aparece el intendente y el cura y el comisario y una vieja que no se sabe muy bien quien es y le dan un traje de ferroviario bien planchadito para él.
- La estuvimos cuidando entre todos, no había quien te reemplazara.
Claro, Santoni es irremplazable. ¿A quien iban a poner? Por eso es que hace tiempo que pienso que habría que armar algo así como decía, con impacto, que deje una marca para siempre en la gente. El tema es lo del cuchillo o algo así. Tiene que ser chocante, un hacha, algo así. ¿Pero quien lo hace? ¿Eh? ¿Quién sería capaz de tamaño sacrificio? Por que cuando la causa es grande el sacrificio siempre es pequeño. Y en este caso es diminuto. Que le hace una persona como cualquiera de nosotros al mundo. ¿Eh? No le hace nada. Pero hay que ser muy bueno para asumir el costo. La persona ideal, si uno lo piensa bien seria el propio Santoni. Quizá solo una persona como él seria capaz de tamaña empresa. Pero un suicidio no va. Es una cosa medio como que no se va a entender. Al pedo. No hay otra. Alguien tiene que pasar por malo. Es una vez nomás. El que lo haga va a quedar marcado para siempre, pero Santoni allá en el cielo lo va a recibir con los brazos abiertos cuando de acá lo manden de una patada en el culo.
¿ Sabe lo que es estar en el cielo al lado de Santoni? Lo que daría yo por eso. El problema es que yo no sé si voy a poder. Cuando esté ahí, delante de él y lo tenga que despachar. Yo creo que no voy a poder. ¿Cómo voy a hacer? Justo yo. Si ahora lo pienso y me viene a la mente la escena final de "El sueño de Marcial", que la vi mínimo cien veces, cuando llega de vuelta a su estación y ahí esta el perro vagabundo que le hace fiesta y le mueve la cola, y se para ahí en el anden y ve el cartel donde antes decía Valle Chico y ahora dice Marcial. Estación Marcial. Y de fondo se ve en el cielo la cara de la viejecita que sonríe mientras Marcial también ríe emocionado y pasa el tren y toca pito y él mueve la banderita y fin. No, no sé si voy a poder, yo sé que es lo mejor lo que pasa que mire como me pongo, se me caen las lágrimas que no puedo parar. ¿Usted como se ve? ¿No? Está bien. Ya me imaginaba. Al final lo voy a tener que hacer yo. Aunque me cueste lo voy a tener que hacer yo. Habrá que tomar valor. Pobre Santoni. Así que, cuando se entere, ya va a saber quien fue. Pero no importa. Mi nombre no importa. El único nombre que tiene real valor es el de Pipo Santoni, el bueno. Bueno chau. Hasta pronto.
- Oiga. ¿Y el sueño de Marcial?
- Ya se la conté. Si quiere vealá, va a ver lo que es.
- Pero... ¿Y la verdulería?
- ¿Cómo? ¿Pero al final usted no entendió un carajo de todo lo que le dije? ¿Yo le hablo de la bondad hecha carne y usted me sale con la verdulería? Vayase a la mierda.