12 agosto 2006

Situación (La barrita azul)

La barrita azul comienza a crecer. Lentamente el color índigo neto y opaco crece en pequeñas partículas desde el fondo blanco. Un ejército multitudinario de partículas azules invade toda la zona de la otrora barrita blanca como ínfimos topitos subterráneos que salieran en masa a la superficie. Una vez en dominio del territorio se dedican a exterminar a los escasos puntitos blancos sobrevivientes, reemplazándolos por partículas azules. En este proceso de golpe de mano violento, masivo y brutal, las partículas azules no muestran ningún remordimiento ni por la blanca pureza del terreno invadido ni por Marina tampoco. Tras la victoria total de las partículas azules y la matanza desalmada de los puntitos blancos, una gran mancha roja como de sangre y muerte se extiende hacia uno de los extremos de la barrita ahora azul delimitando una franja del color del fuego que no puede indicar sino peligro. Luego quietud. Fin de la batalla. Marina ha sido vencida, una brisa leve se filtra debajo de la puerta del baño revolviendo los vapores calurosos y amargos del orín. Ese es el olor de la derrota. Marina observa la barrita azul y la franja roja lindante en total estado de capitulación estupefacta. La prueba instantánea indica una verdad irrebatible: Marina está embarazada.

Quizá si hubiera sabido no habría tomado las mismas decisiones que, aunque dolorosas en su momento, asomaban inevitablemente convenientes. Si hubiera conocido el futuro habría accionado de otra manera.
Esas decisiones habían sepultado en el pasado hechos y personas y una mezcla indefinible de acontecimientos felices y desagradables. Seguramente había una tal persona que ahora ya no existe en realidad y probablemente también había situaciones compartidas y momentos de placer y llantos prolongados y vaya a saber que cosas. Y ahora todas esas cosas que había sido mejor olvidar, borrar del tiempo y de la memoria por motivos que Marina tampoco recordaba porque también tenían que irse, desaparecer con todo lo otro, se conjuraban anónimamente y en las sombras de la inexistencia para recontrajoderlelavida.
Como esas lombrices y culebras a las que se les corta por la mitad y sin embargo la parte del cuerpo que está con la cabeza sigue viviendo y coleteando; las causas, los motivos, habían muerto, no existían ya, y en cambio sí gozaban de muy buena salud sus consecuencias.
Ahora que esa supuesta otra persona, ya olvidada, con los ojos de un color incierto y la voz más áspera que quien sabe que cosa, que esa tarde o noche o mañana de placer o de suave amor o de frenesí, que ni flores ni insultos habían existido jamás, había que encontrar una razón para este embarazo tan real.

"A ver, veamos. La manera más simple y directa de quedar embarazada es cogiendo", pensó Marina.
"No tendría que serme muy complicado. Todavía estoy bastante buena y mis tetas están bien paraditas, incluso las siento un poco hinchadas, debe ser por la preñez. Creo que dándole un poco de calce, cualquier tipo normal que no sufra de constantes dolores de cabeza se querría encamar conmigo."
Marina salió a las callecitas de Buenos Aires que tienen ese que se yo y enseguida se dio cuenta que tantos años de instrucción cívica y danza moderna no la habían preparado para levantarse así como así un desconocido en la calle. La idea de zarandear un poco más el culo le parecía más propia de putas o caleciteros.
Se sentó en un bar y se puso a hacer una lista de los hombres apetitosos que conocía. Justo cuando se hacía más nítida la imagen de ella vestida como una diosa griega rodeada de hombres desnudos sobre un colchón de uvas (¿cómo puede haber un colchón de uvas? Minucias, una diosa puede hacer lo que quiera), entonces se aparece este pibe, Raúl, amigo de la hermana.
A Marina siempre le había parecido medio pelotudito. Era grandote y a pesar de eso al menos para ella pasaba totalmente desapercibido. Una de esas personas que se confunden y se funden con el telón de fondo de la vida, en su intrascendencia se mimetizan con la radiación de fondo del espacio.
El olor de las hormonas segregadas en exceso y la mirada de Raúl depositada intermitentemente en las piernas descubiertas de Marina con pésimo disimulo, competían entre si como delatores del deseo. Ante tal despliegue de evidencias a Marina le costó poco llevar al grandote a una situación netamente sexual con un eficiente intercambio de fluidos. Una mujer decidida es arrolladora como un volcán.
Ahora todo estaba más en su sitio. Había un embarazo y había una cogida como Dios manda.

- Ahora quiero gozar... - le dijo ni bien descargada la lechita, al pobre Raúl que ya soñaba con desplegarse exhausto y satisfecho en la cama.
Pero todo tiene que tener un motivo, una razón, todo tiene que encajar en su lugar, sino, las cosas están sueltas, libradas a la libertad del recuerdo y la imaginación. Marina necesitaba que hubiera amor para que hubiera sexo, sino, el sexo le parecía un poco sucio y uno no se saca de encima dos mil años de cultura cristiana con una simple ducha. Igual había estado bastante bueno. Mirá vos el grandote.
- Quiero quererte- le dijo, y ya sentía que lo quería un poco. Buscó en ese breve rato de lujuria pequeñas cosas, gestos amables y tiernos del grandote y los hizo crecer lo más que pudo. Si le había alcanzado una toalla entonces Raúl era una persona muy gentil, amoroso. Si le había acariciado la frente después de coger, era un tierno. Si había pagado los cafés, era generoso, desprendido. Y como no amar a este Raúl amable, gentil, amoroso, tierno, generoso, desprendido, tan querible. "Por todo eso es que lo quiero", pensó Marina.

Lo despidió en la puerta de su casa como se despide una mujer enamorada. Con un beso largo y húmedo pero un poco infantil. Raúl era una especie de clonación entre grandote, consolador y juguete.

Pero se quedó pensando. Una vez que cerró la puerta tras ella se sintió de nuevo un poco insegura. Claro, lógicamente, si apenas se conocían. Esos datos queribles alcanzaban para un amor de media cuadra.
Si para embarazarse había que tener sexo y para tener sexo había que enamorarse primero, antes había que conocerse.
Así que Marina se pasó la tarde averiguando todo lo posible de Raúl. Habló con su hermana y le sacó toda la información que pudo. Fechas, gustos por tal o cual comida, aficiones, hobbies, breve historia escolar, sueños informales, algunos nombres cercanos, esas cosas. Después hizo falta ahondar en la investigación y hubo que conseguir otros contactos, otras fuentes más fiables. Teléfonos. Llegó a hablar con la mamá de Raúl, una mujer adorable pero un poco vieja.
- Soy la novia de Raúl- se presentó Marina.
- Que gusto querida, que gusto conocerte.
A las diez de la noche había llenado dos cuadernos espiral con información de Raúl. Ahora podía decir que lo conocía en serio.
¿Pero se conocía a ella misma? ¿Quién era ella realmente? ¿Quién era verdaderamente Marina G.?
"Para conocer a otro hay que conocerse primero a una misma, que es lo más difícil, dicen".

Para que toda la situación tuviera sentido tenía que conocerse a si misma. Era imperioso un asesoramiento profesional, un analista urgente. Ayuda terapéutica, apoyo psicológico, contención emocional, un espacio para mí, un lugar donde hablar de mis cosas, doscientos pesos, alguien que me entienda, 50 minutos de mi misma a la semana.

- Hola Doctor, soy Marina G.

¿Pero de que le iba a hablar? Si uno va al psicólogo es a enfrentarse con sus propios problemas y sus conflictos vivenciales. Pero Marina no sentía tener un conflicto preciso. En realidad todo estaba bastante bien, estaba embarazada por el hombre al que amaba y conocía. Lo único que precisaba en verdad era un conflicto, una motivación para la angustia, una dosis de confusión argumental. Un conflicto parental, por ejemplo. Justamente.

- Mamá. ¿Estas por ahí? Si estás por ahí atendeme. Mamá. ¿Estas ahí? Bueno, capaz que saliste. Bueno. Mañana a la mañana me pego una vuelta por que quiero que hablemos de algunas cosas. Vos no te das cuenta pero hay actitudes tuyas que a mí me hacen mal. Que me complican la vida. ¿Entendés? No es que quiera revolver mierda, pero quiero que hablemos. Yo necesito aclararlas para que no me jodan. Bueno, llamame, sino mañana nos vemos. Ah... estoy embarazada. De Raúl, no lo conoces, nos queremos y nos vamos a casar. Ah... y el jueves suspendé lo de la peluquería por que tengo que ver a mi psiquiatra. Ya sé que a vos no te gusta la psicología pero no te metas por que son cosas mías y yo con mi vida hago lo que quiero.

- Bueno. Me voy a dormir.

Después que colgó sintió un poco de remordimiento, que es diferente del arrepentimiento porque uno lo volvería a hacer. Claro, se sentía mal porque el conflicto, esa dificultad histórica de relación con su madre ya estaba lograda, pero el problema era que no estaban claros los motivos concretos. Y la ausencia de motivaciones la hacia sentir muy mal a Marina. "Al fin y al cabo yo a Mamá la quiero". Todo sería cuestión de buscar en el tiempo una situación donde se afincaran las razones del problema. Un estado de relación con su madre aparentemente plácido y confortable donde se estuvieran gestando estos traumas que supimos conseguir.
"Por ejemplo en la infancia- pensó Marina -, en esa época en que Mamá me mimaba mucho y estabamos todo el tiempo juntas. Yo en realidad no me acuerdo pero debe haber sido más o menos así. Y Mamá me decía que nunca me iba a pasar nada.
- Yo siempre voy a estar ahí para cuidarte. Siempre.- Claro que después eso no pasó. Y entonces por eso es que tengo esta desilusión histórica con el mundo.
Ahora sí, ahora estoy más tranquila porque siento que todo encaja, todas las situaciones coinciden. Y eso es bueno porque la verdad, yo, hace mucho que quiero estar embarazada, lo que pasa es que no se daba la situación. Pero ahora sí. Ahora me puedo dormir tranquila. Mañana lo primero que hago es llamarlo a Raúl para que compremos un evatest por que me parece que estoy embarazada.